Démonos la mano y caminemos juntos hacia la Patria Celestial

Démonos la mano y caminemos juntos hacia la Patria Celestial[1]

Directorio de la Tercera Orden, 119

Muy queridos miembros de la Tercera Orden y amigos:

¡Bienvenidos a todos!

Bendito sea Dios que nos concede este gozoso encuentro con Ustedes, los laicos y amigos del Instituto del Verbo Encarnado ¡venidos de más de 30 países diferentes! Es inmensa la dicha de poder recibirlos y expresarles personalmente nuestro aprecio y gratitud por su magnífica contribución a la causa de Cristo.

Hace más significativo nuestro encuentro el hecho de que estamos aquí en Roma, sede del Vicario de Cristo en la tierra, como “una única Familia, unidos por la misma fe, los mismos fines, la misma misión, el mismo carisma, la misma índole y el mismo espíritu”[2]. Lo cual representa una ocasión sin par para testimoniar juntos nuestra perfecta comunión con la Iglesia y confesar que nuestro lema es “con Pedro y bajo Pedro”[3] y que no tenemos mayores aspiraciones que la de servir a la propagación del Reino de Cristo[4].

Ustedes –que han elegido ser la levadura que renueve a la humanidad desde dentro– son la respuesta de Dios, siempre cercano a los hombres, a las innumerables necesidades de evangelización de este mundo y un apoyo insustituible para la misión de nuestro Instituto.

Porque lo nuestro es llevar al Verbo Encarnado a todos los hombres, es impregnar con el aroma de Cristo los valores de la sociedad, transformar con su Presencia adorable los corazones de los hombres, emprender obras épicas por su causa, es el hacer reinar el amor de Cristo en las familias, es el encender la lámpara ardiente de la verdad del Verbo Encarnado en las cuatro esquinas de este mundo; aún en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas. Y son Ustedes, los testigos valientes y coherentes del deber y de la misión de evangelización de las culturas, quienes nos ayudan a llevar a Cristo a los lugares más lejanos; a enseñorear la realidad para el Señor, inculturando el Evangelio en los lugares más recónditos de la vida humana.

La colaboración de todos Ustedes, terciarios y amigos, en todas nuestras misiones representa una ayuda importantísima y eficaz para que la misión que nos ha sido encomendada dentro de la Iglesia se expanda y llegue a aquellos lugares y ámbitos más recónditos de la sociedad (y propios de la vida laical) a los cuales nos sería muy difícil llegar de otra manera. Les aseguro que su ayuda en nuestras misiones es vital.

Sin lugar a duda estos son días de bendiciones especiales para todos. Es mi oración fervorosa por cada uno que este primer encuentro internacional de los miembros de la Tercer Orden y amigos del IVE acreciente el espíritu de familia entre nosotros y sirva de estímulo para que al volver a sus países continúen trabajando con gran empeño por “ordenar los asuntos temporales según Dios[5][6], sabiendo que no están solos en la misión sino que tienen toda una Familia Religiosa que los respalda y que espera grandes cosas de Ustedes. Porque créanme, que de laicos comprometidos como Ustedes, “depende en gran parte la extensión del Reino de Dios y la misión de nuestra Familia Religiosa en el mundo”[7]. Puesto que la estrecha unión de las fuerzas es la única que vale para lograr plenamente todos los fines del apostolado de nuestro Instituto y proteger eficazmente sus bienes[8].

Como decía Don Orione a los suyos: “démonos la mano y caminemos juntos hacia la Patria Celestial. Edifiquémonos con el recíproco buen ejemplo”[9]. Los animo de todo corazón a continuar testimoniando a Cristo, el Verbo Encarnado, siempre y en todo lugar.

No podría concluir sin antes expresar mi gratitud profunda y sentida a todos los que organizaron este evento: sacerdotes, religiosos, hermanas Servidoras, benefactores, y por supuesto, una vez más: nuestros queridos laicos y amigos.

A todos les agradezco el gran esfuerzo que han hecho por venir. Les ruego tengan a bien que al volver a sus casas lleven mis palabras de aliento y grandísimo aprecio a todos los miembros de la Tercera Orden que no pudieron venir y mi más sincero agradecimiento por el apoyo a nuestras misiones.

Invocando sobre cada uno la protección de María, Reina de los Apóstoles y Estrella de la nueva evangelización, les deseo todo bien en el tiempo y en la eternidad.

En Cristo, el Verbo Encarnado,

P.Gustavo Nieto, IVE

Superior General

[1] San Luis Orione, Carta a los Hijos de la Providencia 25 de Julio de 1936, 151 y 152.

[2] Directorio de la Tercera Orden, 5.

[3] Directorio de la Tercera Orden, 218; op. cit. Constituciones, 211; cf. Ad Gentes, 38.

[4] Directorio de la Tercera Orden, 236.

[5] Cf. Lumen Gentium, 31.

[6] Directorio de Tercera Orden, 7.

[7] Directorio de Tercera Orden, 369.

[8] Cf. Directorio de Tercera Orden, 236; op.citApostolicam Actuositatem, 18.

[9] San Luis Orione, Carta a los Hijos de la Providencia 25 de Julio de 1936, 151 y 152. Citado en Directorio de la Tercera Orden, 119.

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